- A todo el mundo le surgen dudas a la hora de estudiar. Hay que ser previsores y, si se trabajan las materias poco a poco, habrá tiempo para resolverlas.
- Hay cosas que necesitan ejercitar la memoria, ya que, de otra forma, no es posible asimilarlas. Para estas materias, estudiar diariamente ayuda a que los conceptos se asienten hasta llegar al último repaso, momento en el que el estudiante se sorprenderá de que sabe más de lo que creía.
- Lograr que vayan asimilándose esos hábitos de estudio, con los que el estudiante aumenta su sentido de la responsabilidad, tan importante para la vida, en general.
- En cuanto al orden de las tareas, debes inculcar a tus hijos que se acostumbren a empezar por las de dificultad intermedia, ideales para arrancar a ritmo apropiado, y continúen con aquellas que sepan que van a suponerles mayor esfuerzo. Así es como estas se afrontan con la mente suficientemente entrenada, pero aún poco fatigada. Y, finalmente, que rematen la jornada con las de dificultad baja, para las cuales el cansancio no va a ser obstáculo.
- Está bien que se tomen sus descansos breves (cinco minutos por hora sería lo aconsejable), para despejar la mente y recuperar energías.
- Es recomendable que acostumbres a tus hijos a estudiar de día. Por la noche, se rinde menos y no es acertado restar horas de sueño, ya que eso va en perjuicio de que se afiancen los conocimientos.
El vínculo que, muchas veces, surge entre el tutor y su alumno puede potenciar sus capacidades para trabajar en un clima de confianza. Si acostumbras a aguardar al último momento para pedir ayuda, caerás en la trampa de recurrir a las tutorías reactivas, pero no esperes grandes resultados. Te recomendamos apoyarte siempre en la tutoría proactiva, que puede consistir en una sesión semanal para revisar materias difíciles y aclarar dudas. Es la fórmula que hará que tus hijos adquieran hábitos de estudio hasta que se vuelvan auto-suficientes.