¿Qué es una rutina?
Las rutinas ofrecen estructura, están sujetas a un horario, y requieren de la repetición para que se establezcan. Permiten instaurar objetivos y alinearnos a su consecución, como por ejemplo cuando alguien establece una rutina de ejercicio diario. El resultado es que se automatizan las conductas y acciones, y se sistematiza la creación de hábitos.
Rutinas que se pueden implementar según la edad
En los adolescentes, por ejemplo, es importante supervisar la rutina de sueño, ya que hay distractores que pueden afectar este ciclo con consecuencias potencialmente serias para la salud. Con demasiada frecuencia los adolescentes reportan que se “acuestan tarde estudiando”, porque se distrajeron viendo el celular, las redes sociales, jugando videojuegos, etc. Esto afecta de forma significativa la disponibilidad del tiempo para sus actividades productivas, quedando relegadas a altas horas de la noche. La supervisión y el seguimiento permite realizar las intervenciones que sean necesarias para mejorar esta situación, lo que incluye reglas sobre el horario de uso de pantallas.
Tomar en consideración la edad del menor y su capacidad de comprensión. Existirán rutinas que se podrán establecer por el simple hecho de repetir una conducta o acción dentro de un horario determinado o modelarla para que sean reconocidas y establecidas. También habrá rutinas cuya comprensión de los objetivos es necesario para que pueda ser integrada por el menor.
Realicemos adecuaciones cuando se requiera, para que la rutina se lleve a cabo. Pongamos unos ejemplos de adecuaciones necesarias que pueden incidir en el éxito de una rutina: en la rutina del lavado de dientes, la accesibilidad a la pasta de diente o al lavamanos, puede requerir como adecuación que el menor requiera ayuda o un banquito para alcanzar mejor. Ante la rutina de alimentación, específicamente el tiempo en que el/la menor demora en comer – o su destreza con los cubiertos – nuevamente es posible que requiera el apoyo y guía del adulto o el uso de un “temporizador”. Con respecto a las rutinas de tipo recreativo o social, es posible que se manifieste temor ante quedarse sólo (a); es importante considerar el acompañamiento y modelaje inicial, así como estar conscientes de los comentarios que pueden animar o desanimar al menor “Lo hiciste mal, déjame hacerlo yo” o “Es tarde, yo lo hago”.
¿Qué debo considerar para establecer rutinas en casa?
El reconocimiento y el reforzamiento positivo es esencial para darle dirección al menor, así como incentivarlo a que repita esa secuencia al día siguiente. Utilizar un recurso visual, con colores y realizado de manera llamativa, puede también aportar a esa guía de la secuencia que se debe seguir. También podrá ser utilizado como instrumento para dar ese reconocimiento o reforzamiento positivo. El uso de alarmas, el reloj u otros recordatorios visuales o auditivos son bienvenidos.
Es de esperarse que algunas rutinas van a generar resistencia o desorganización, como lo son las rutinas mañaneras, que son las que ocurren antes de ir al colegio. Una vez que se instauran, permiten un manejo efectivo y eficiente del tiempo, evitando así disgustos en horas tempranas de la mañana cuando el mismo es generalmente limitado.
Es importante reconocer que las rutinas “no están escritas en piedra”, y habrá momentos en que seguirlas será muy difícil o imposible: como cuando ocurren imprevistos; hay situaciones de salud intempestivas que afectan a algún miembro del grupo familiar; o cuando hay factores internos o externos que afectan la actitud del que está sujeto a la rutina. Como, por ejemplo, factores internos como sentimientos de tristeza o ansiedad o externos tales como cuando ocurre un disgusto a nivel familiar o “no hay electricidad”. Cuando esto ocurre, es esencial reconocerlo verbalmente y recordar que “al día siguiente se retoma la rutina”.
Los beneficios que puedo esperar al establecer rutinas
Otro beneficio es el manejo eficiente del tiempo, que nos permite “tener disponibilidad o tiempo adicional”, porque las tareas que están organizadas, siguen un cierto orden, hay estructura, y se manejan con ciertos niveles de prioridad (no al azar). Esto tiene como efecto, resultados más eficientes que cuando se hacen “muchas cosas”, pero no todas con la calidad esperada o en el momento requerido.
El hecho de que una rutina promueve la automaticidad de una conducta o acción, la hace más eficiente porque nos exime de tener que recordar todo el proceso con su debido orden; como al cepillarse los dientes. Evitando en el caso de los niños, que sus padres le riñan porque “no lo hicieron bien” (por ejemplo, al dejar el baño desordenado luego de bañarse, con la ropa sucia y la toalla no colocadas en su lugar debido).
Esta automaticidad minimiza los momentos de crisis, como el estrés que conlleva tener una vida desorganizada y sin rutinas, donde no se tiene una estructura en los “tiempos disponibles” y en las acciones que carecen de prioridad. Por lo tanto, el beneficio a la salud mental y a la convivencia es innegable.
Puntos interesantes para recordar
- Las rutinas pueden y/o deben ser reevaluadas cada cierto tiempo, porque las circunstancias del menor o del adulto pueden cambiar.
- Una rutina eficiente considera dividir una tarea en segmentos más pequeños y manejables, que además favorecen el aprendizaje y la instauración de dicha rutina.
- Los contenidos de las rutinas son importantes, por lo tanto, cada conducta y acción debe ser evaluada – muy importante cuando se están instaurando rutinas básicas para los menores ya que la calidad de cada acción puede favorecer el éxito de esta.
- Las rutinas aportan autonomía a los menores.
- Los padres son modelos para sus hijos, y ellos estarán alertas de “si sus padres también siguen la rutina” – no olvidemos que ser modelos es una gran responsabilidad.
Mgstr. Giselle Adames
Psicóloga Clínica CIP771
Miembro de la Junta Directiva de Tutorez